Reconocerme Vulnerable

Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que escrito en este blog, de hecho ya empezaba a extrañarlo, pero el día a día ha resultado bastante ajetreado sobre todo estos últimos meses en los que estado trabajando, en mi maestría, mis negocios de diseño y culminando mi meta de bajar de peso.

Cuestión que estoy obligada a hablar en un próximo artículo, ya que el proceso no ha sido fácil pero lo he disfrutado un montón sobre todo en estos meses de confinamiento. Nunca me sacrifiqué, nunca fue problema para mí tener una vida saludable, luego de sufrir por mis hormonas todo el año pasado. Ahora puedo decir que poco a poco estoy encontrando la forma ideal de mi cuerpo, de mi mente y de mis emociones y sentimientos.

Por qué si, en esta cuarentena los sentimientos también me pasaron factura, pensando que si tenía el control de las cosas todo podía darse de manera ideal, y la verdad es que nunca estuve más equivocada. Volví encontrarme a mí misma y eso hizo darme cuenta que estaba en un lugar que no pertenecía por puro ego, fue difícil desprenderme de la idea de encontrar una estabilidad que muy en el fondo yo misma sabía que no existía. ¡Qué irónico! Porque están todas las señales diciéndote que ahí no es el lugar pero aún así insistes porque crees que hay un rayo de esperanza, pero el golpe de realidad te hace ver que de esperanza no hay nada.

Poco a poco recuperé el control de mi vida y seguir enfocándome en mí y en mis metas. No me arrepiento de tomar las decisiones que tomé porque seguía mi corazón, que es ahora el único que está conmigo. Momentos felices, momentos tristes, momentos de incertidumbre pero son mis momentos, en los que no le rindo cuentas a nadie, más que a mi misma. Y así me mantuve: trabajando, estudiando, aprendiendo, cuidando mi cuerpo, entreteniéndome, atesorando todas las cosas que me hacen ser y seguir enfocada en mis metas.

Es cierto que al principio de la cuarentena se estableció que esto no era una competencia de productividad, que la situación no lo ameritaba y que cada persona tendrá su manera de asimilar la situación mundial. En mi caso aproveché el tiempo, casi que sin darme un respiro, pero me hacía feliz estar aprovechando el tiempo al máximo. Mi única competencia era la Mayleth de ayer y mi meta, ser mejor cada día.

Mi mente estaba bien situada pero mi cuerpo estaba pidiéndome descanso, mis manos que son mis herramientas de trabajo estaban pidiéndome un respiro. A veces el dolor dificultaba las cosas, obstaculizaba mis metas y me hacía creer que perdía el tiempo. Dolor, sí, dolor, el cual empecé a tratarme solo por una lesión previa que tuve el año pasado a la cual tampoco le tome mucha importancia.

Seguí con terapias cada vez más fuertes, más seguidas y específicamente para tratar el dolor, sólo porque quería seguir siendo igual de productiva y no dejarme llevar por mis pensamientos, esos que a veces me decían “detente, no puedes con todo tu sola“… Sí puedo, claro que puedo, pude todos estos meses y puedo seguir. Pero el dolor cada vez se hacía más y más inminente, ya no sólo eran mis manos también era mis brazos, mis hombros y mi espalda. A todo esto sumado al estrés de las entregas, del trabajo de TV que ya de por sí es estresante, los proyectos de la Universidad, y el estrés de todos los días de estar viviendo una pandemia…

Un estrés generalizado, casi que normalizado. Una paranoia con la que debemos vivir y que en mi caso ha disminuido un poco pero no he bajado la guardia, y no pretendo hacerlo. A veces pienso en otras cosas como la crisis económica que se avecina, la corrupción, los gobernantes nefastos que tenemos en Panamá, la discriminación: homofobia, transfobia, machismo, racismo, y un gran etc. de cosas que siguen pasando todos los días pero de las cuales a veces mejor voltear la mirada porque si no, uno se vuelve loco. 

Este golpe de realidad, de dolor me hizo entender que también soy vulnerable, que necesito un respiro, y a veces no hay que subestimar el descanso, el ocio, el mirar al techo sin hacer nada y ¡vaya que me ha costado un montón…! Independientemente de lo que personas ajenas puedan decir de mí, porque sí me he dado cuenta que existen personas malintencionadas que no se han puesto en los zapatos de aquellas que “parecen” privilegiadas. Personas así no merecen ningún tipo de explicación, porque todo les parecerá muy poco, porque no entenderían más allá de su propio victimismo, en cambio, yo soy una persona que ha sabido salirse del papel de víctima y ha tomado la situaciones por las riendas, así que prefiero quedarme con eso.

Trataré de no tomar mayor importancia respecto a ese tema porque simplemente será desgastante en la situación en la que me encuentro. Aunque es bueno reconocer quiénes estuvieron en su momento pero por una razón u otra ya no están. En fin, no siento que haya sido injusta, simplemente estoy reconociendo que yo también necesito un respiro, necesito una pausa y que nadie, bajo ninguna premisa de validación, debe decirme lo contrario.

Todo esto fue escrito por comandos de voz y quizás no tenga cierta coherencia, aunque soy bastante perfeccionista y muy seguramente lo edite un poquito en la computadora. Pero no será mucho, ya que debo seguir cuidando el descanso de mis manos. Posiblemente en otro artículo daré más detalles de todo este proceso que, sin darme cuenta, ya han pasado tres meses desde la primera vez que empecé a sentir dolor en mis manos, y es irónico que ignoremos tanto una respuesta tan simple del cuerpo humano, como el dolor, que nos hace sentir vulnerables, avergonzados, poca cosa, débiles y hasta tontos.

Todavía sigue el proceso de mi recuperación, pero he sabido reconocer que el dolor me hace sentir humana y que no está mal a veces reconocerme vulnerable por ello.

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